El semáforo que odiaba el verde

Había un semáforo que siempre se ponía en rojo. Cuando intentaron arreglarlo, gritó:
“¡Basta de verdes! Quiero que la gente pare, respire, me mire sin apuros.”
Desde entonces, la esquina se llenó de conversaciones y risas. Nadie llegó a tiempo, pero todos llegaron felices.




La sopa que soñaba con ser océano

Una sopa de fideos flotaba aburrida en su olla.
“Soy un desperdicio de caldo”, pensaba. “Quiero ser un océano, con olas, peces y horizontes infinitos.”
Un día, un niño le echó una pizca de sal, la miró y dijo:
“Parece un mar en miniatura.”
La sopa supo que había cumplido su sueño.



El calcetín que se cansó de ser par

Al amanecer, un calcetín rodó por la escalera.
“Siempre juntos, siempre iguales… ¡quiero ser libre!”
Terminó colgado en un tendedero, filosofando con una bufanda.




El lápiz que se negó a escribir recto

“Las líneas rectas son aburridas. ¿Para qué me quieren?”, dijo.
Desde entonces, escribe zetas, curvas y garabatos que nadie entiende, pero todos aman.



El espejo que solo reflejaba lo invisible

Era un espejo raro. No mostraba caras ni objetos, pero reflejaba pensamientos, sueños, y esas cosas que la gente guarda bajo llave.
“Es incómodo mirarme,” decían, “pero es imposible dejar de hacerlo.”
El espejo sonreía con su marco, como si supiera todos los secretos del universo.




La almohada que se hartó de los ronquidos

Una noche, la almohada gritó:
“¡Ya basta! Yo quiero sueños, no terremotos nasales.”
El dueño despertó confundido, y ella aprovechó para saltar al sillón. Desde entonces, duerme tranquila, soñando sus propios ronquidos.



El paraguas que amaba mojarse

Mientras todos corrían bajo la lluvia, el paraguas suspiraba:
“¿Por qué siempre me abren cuando llueve? Quiero sentir las gotas, bailar con el viento.”
Un día, lo olvidaron en un banco del parque. Allí, por fin, se empapó feliz.




El libro que se leyeron al revés

Un lector impaciente empezó por la última página.
“¡Qué falta de respeto!”, pensó el libro. “Pero admito que es divertido.”
Al llegar al principio, el lector dijo:
“Es la mejor historia que nunca entendí.”



El zapato que quería ser sombrero

Un zapato miró al sombrero en el perchero y dijo:
“Vos ves el mundo desde las alturas; yo solo piso charcos.”
El sombrero le respondió:
“¿Y quién te impide soñar alto?”
Desde entonces, el zapato descansa feliz en la cabeza de un espantapájaros.






Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
Cortesía de OpenAI.
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